Un juego controlado ¿a través de la mente? Su nombre es neurogaming doméstico y consiste en videojuegos controlados a través de ondas cerebrales que permiten mover a personajes, saltar o disparar con sólo pensarlo.

Lo anterior es posible gracias a cascos con sensores llamados EEG (electroencefalograma) que se encargan de registrar la actividad eléctrica del cerebro por medio de sensores o suaves electrodos que se colocan sobre el cuero cabelludo.

Este dispositivo capta las señales eléctricas de áreas específicas del cerebro como regiones que se activan en la concentración o imaginar movimientos y se generan por medio de la calibración personalizada, por lo que cuando se piensa en la acción, se prende el patrón del cerebro para generar acciones como disparar, saltar, entre otras.

Elden Ring With My Mind de Perri Karyal, es uno de los videojuegos con estas características que solo utiliza un casco EEG de Emoti y se consiguió replicar el mando completo, combinando sensores de movimiento para dirigir al personaje, según reportó la revista Wired.

Mindflex, el juego de agudeza mental de Mattel es otro de estos juegos cuyas ondas cerebrales se registran mediante el auricular EGG, permitiendo al usuario controlar la corriente de aire concentrándose, elevando o bajando una pelota de espuma atrapada en la corriente de aire.

Respecto a los cascos, varias empresas han fabricado este tipo de dispositivos pensados para jugar con una mayor comodidad desde el hogar o lugares fijos.

Mientras tanto, para aquellos que quieran adentrarse en desarrollo o proyectos de investigación, el Epoc X es la alternativa más completa, sin embargo, más costosa.

Los avances tecnológicos tienen, en parte, algunas cosas a su favor, como la accesibilidad para que las personas con discapacidad puedan formar parte de este evento. Cabe destacar que estos juegos aun no presentan obstáculos y limitaciones.

Sin embargo, estos juegos todavía tienen ciertos obstáculos como la lenta y larga calibración, la precisión limitada y la fatiga mental, así como las pocas barreras de privacidad cerebral, ya que al permitir que estos dispositivos accedan a nuestra mente, los seres humanos nos exponemos a que nuestros datos puedan ser utilizados de manera incorrecta.