
Históricamente, a nivel nacional e internacional, el envejecimiento ha sido uno de los principales factores de discriminación y estereotipos construidos en función a la edad de las personas lo que implica una problemática entorno a su inclusión dentro de una sociedad que puede ser considerada como poco inclusiva para este sector poblacional.
De acuerdo con el Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez (SUIEV) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en México, al menos el 16% de las personas adultas mayores se encuentran en situación de abandono o sufre alguna clase de maltrato.
Este sector de la población se enfrenta a la exclusión laboral, al no ser considerados “productivos”, lo que vulnera su economía. Sin mencionar que existe una percepción de “carga social”, además de que pueden vivir aislamiento domiciliario y soledad como consecuencia de enfermedades. El SUIEV informa que la dignificación de este discurso, las políticas y los derechos humanos son esenciales para que la justicia llegue a toda la sociedad, incluyendo a los adultos mayores.
Otro de los actos más violentos también tiene que ver con la patologización del envejecimiento, en el que se niegan o ignoran los dolores físicos y las enfermedades como resultado de los procesos de explotación y desigualdad, así como injusticias, violencias sociales y/o estructurales que sufren estas personas, por lo que se les llega a infantilizar negándoles sus derechos a la autonomía y a la dignidad.
Los principales retos a los que se enfrenta la vejez en nuestro país son: la seguridad económica y atención médica.
Se dice que una persona llego a la vejez a partir de los 60 años. Sin embargo, el capitalismo dice que esta etapa llega cuando la capacidad de producir o consumir se le limitada. En cuanto a la biología, esta es una fase posreproductiva o bien, cuando las capacidades e independencia se pierden por deterioro de salud.
Es a raíz de este panorama que surge el concepto de Edadismo, que, según el Instituto Nacional de Geriatría de México, se considera como un obstáculo no tangible que las personas mayores enfrentan en su día a día. A través del fomento de estereotipos, prejuicios o discriminación hacia las personas en función de su edad, puede representar entonces una afectación a la autoestima de las personas, un límite para las oportunidades de participación en la sociedad y representa una vulneración a los derechos fundamentales.
En este sentido, combatir el edadismo va más allá de la empatía, las acciones consisten en una labor consciente y analítica sobre los retos que enfrentan las personas mayores en diferentes ámbitos sociales, desde el núcleo familiar, hasta las carencias que suelen observarse respecto a espacios y servicios públicos.
Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo Nueva Edición (ENOEN) sólo en México residen casi 18 millones de personas adultos mayores, que representan el 12.8% de la población total de la nación, que se encuentran distribuidos de manera heterogénea en el territorio. Población en la que la discriminación prevalece como uno de los principales obstáculos para una vida y vejez digna. Según fuentes oficiales, una de cada cinco personas declaró sufrir discriminación en el último año, especialmente en el sector salud.
Otro aspecto muy claro de estas barreras que conlleva el edadismo se observa en la movilidad. Urbes como la CDMX suelen ser foco de críticas hacia la prioridad que se le brinda al automovilista sobre el peatón, y cuando se habla de personas mayores, esta desigualdad se destaca en mayor medida, ya que las ciudades no suelen estar adaptadas para el envejecimiento.
Un ejemplo de ello es el servicio de transporte público o cuestiones de infraestructura como los puentes peatonales como única fuente de tránsito peatonal en vialidades; e incluso en recintos públicos o de salud pueden observarse estas características, limitando la autonomía del adulto mayor y provocando, en ciertos casos, la restricción de acceso a estos espacios, lo que también implica una vulneración a sus derechos como seres humanos y ciudadanía.
Los expertos apuntan a que la dignificación de la vejez requiere de respeto, soluciones que promuevan el alivio del sufrimiento, asegurar derechos básicos como el acceso a la salud, vivienda y seguridad, así como el reconocimiento de la singularidad. El cambio de la narrativa sobre la vejez también es necesario, así como escuchar y buscar soluciones sobre los problemas de esta etapa de la vida y el respeto a la autonomía y toma de decisiones.
Temas como la muerte digna y la solución al sufrimiento son prioritarios, por lo que es importante abrir el dialogo, asegurando la lucha contra las vulnerabilidades estructurales y simbólicas que viven las personas en este proceso.