
En la vibrante ciudad de Puebla, donde la cultura y la tradición se entrelazan con la modernidad, vive un hombre que al ser mencionado evoca admiración y respeto. Se trata de Don Ezequiel Loranca es un adulto mayor de 84 años de edad, actualmente y desde hace 30 años lleva a cabo la actividad del comercio en el estado de Puebla. Su historia es un reflejo de fortaleza, compromiso y un espíritu indomable que lo convierten en un verdadero héroe ciudadano.
A pesar de su edad, llega puntualmente a su lugar de trabajo cada fin de semana, donde sus manos arrugadas y callosas dan vida a una gran variedad de objetos con ayuda de varios materiales y texturas, transformando obras de arte de alto valor y duraderos. Para él, el trabajo no es solo una necesidad económica; es una pasión que ha cultivado a lo largo de su vida y que mantiene su mente activa y su corazón joven.
Ezequiel ha recorrido gran parte de México gracias a esta actividad que le ha permitido proximidad con la gente y el descubrimiento de increíbles cosas. Entre las reliquias que vende se encuentran pieles de animales como la del cocodrilo, pero también armas muy costosas que lo único que llevan cargando son un cumulo de historias y anécdotas.
La fortaleza de Don Ezequiel no es solo física; es también emocional. Ha enfrentado numerosos desafíos a lo largo de su vida, desde pérdidas familiares hasta problemas de salud. Sin embargo, nunca ha permitido que estas dificultades lo detengan.
El adulto mayor dijo que este trabajo no solo ha sido su fuerte de empleo, sino que también lo ha llevado a conocer a muchas personas, incluyendo a nacionales y extranjeros que se han arriesgado a llevar algunas de estas reliquias a sus centros de origen sin importar el medio de transporte.
La historia de Don Ezequiel también pone en evidencia la necesidad de políticas públicas que fomenten la inclusión de los trabajadores mayores en el ámbito laboral. En un momento en que el envejecimiento de la población es una realidad en muchos países, experiencias como la suya deberían ser celebradas y replicadas. Incentivos para el empleo y programas comunitarios que promuevan la participación activa de los adultos mayores en la economía pueden no solo beneficiar a este grupo demográfico, sino también enriquecer a la sociedad en su conjunto.