
Christina Hammock Koch, nació en Grand Rapids, Michigan, Estados Unidos en 1979. Su niñez la vivió en Jacksonville, Carolina del Norte. De pequeña, pasaba mucho tiempo en la granja familiar de Michigan en donde se apasionó por los desafíos y el trabajo duro.
Inspirada por Bill Anders, el miembro de la tripulación de la misión Apolo 8, quien tomó una fotografía de la Tierra que hizo historia. Con posters de este momento en su cuarto, Koch comenzó a imaginar un mundo de posibilidades para llegar al espacio y convertirse en astronauta.
Más tarde, se formó como Física e Ingeniera Eléctrica y trabajó como investigadora asociada en el Programa Antártico de Estados Unidos y como ingeniera en el Departamento Espacial de Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins.
Trabajó en bases científicas como Alaska, en donde se desempeñó como Ingeniera de campo en Utqiagvik, un pueblo de unos 4000 habitantes tan al norte que no ve la luz del sol durante varios días al año. También fue jefa de estación en el Observatorio de Samoa Americana, una isla casi aislada de Oceanía.
En 2013 arrancó su carrera como astronauta, finalizándola en 2015 y sólo tres años después fue designada a su primer vuelo espacial. La misión era de larga duración e incluía vivir en la Estación Espacial Internacional.
En 2020 hizo historia al completar el vuelo espacial más largo hecho por una mujer, superando a su compatriota Peggy Whitson, pasando un total de 328 días en la Estación Espacial Internacional (ISS).
Más tarde, participó en la primera caminata espacial solo de mujeres con un total de 42 horas y 15 minutos; y fue designada “Especialista en Misión I” para Artemis II.
Además de ser astronauta, llevó a cabo varios experimentos científicos como las pruebas robóticas para la actualización del Espectrómetro Magnético Alfa (un módulo experimental de física de partículas instalado en la estación internacional y conocido como el más complejo de la historia).
Esta mujer jamás imaginó que se convertiría en la primera mujer en ir a la Luna. Esta misión se llevará a cabo a bordo de la misión Artemis II de la NASA; Korch viajará con otros tres astronautas, Reid Wiseman como el comandante de la misión, el canadiense Jeremy Hansen y Victor J. Glover, el primer hombre afrodescendiente en viajar a la Luna.
Este viaje tiene la finalidad de ayudar a allanar el camino para lograr aterrizar en nuestro satélite natural en una misión posterior.
De acuerdo con la NASA, las primeras mujeres en graduarse de este lugar fueron: Sally Ride, Anna Fisher, Judith Resnik, Kathryn Sullivan, Margaret Rhea y Shannon Lucid, quienes ingresaron al programa en 1978 y pese a que ha aumentado el número de mujeres que se forman en esta carrera, lo cierto es que, por años esta profesión era exclusivamente para hombres.
En una entrevista para la NASA, Christina dijo que su objetivo de inspirar a nuevas generaciones, para que también tengan una experiencia como la de ella y tener un mundo mejor, como hizo la misión Apolo 8 en 1968.
Por su parte, los cuatro astronautas de la misión anunciaron que “Integrity” será el nombre de la nave espacial Orión.
En esta ocasión, Christina y sus acompañantes podrán estudiar la superficie lunar con lujo de detalle durante tres horas, además de que será la primera mujer en volar más lejos en el espacio que nadie antes.
Sin embargo, no hay que olvidar que estos tripulantes serán una especie de “conejillo de indias humanos” que llevarán a cabo experimentos para monitorear como el espacio afecta sus cuerpos, además de que cultivarán muestra de tejidos con la sangre de estos, antes y después del viaje. Tras el paso de la nave por la Luna, tardarán cuatro días más en regresar a casa.
A su llegada, el módulo de servicio, que alberga el sistema de propulsión principal de la nave, se separará del módulo de tripulación. Los astronautas comenzarán entonces una parte peligrosa de la misión: reingresarán a la atmósfera terrestre y saltarán en paracaídas a la superficie frente a la costa de California.
Christina Koch ha marcado un hito en la historia de la exploración espacial al convertirse en la primera mujer en llegar a la Luna, un logro que no solo representa un avance significativo en la igualdad de género en la ciencia y la tecnología, sino que también abre nuevas oportunidades para la humanidad en la conquista del espacio. Su viaje no solo es un éxito personal, sino que simboliza un cambio en la narrativa de la exploración espacial, mostrando que las mujeres pueden ocupar roles de liderazgo y ser pioneras en campos que tradicionalmente han estado dominados por hombres.
El impacto de la misión de Koch trasciende el ámbito técnico; también desafía estereotipos y prejuicios que han limitado el acceso de las mujeres a carreras en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Este logro puede inspirar a muchos jóvenes a perseguir sus sueños en campos que requieren habilidades técnicas y científicas, promoviendo la inclusión y la equidad de género en industrias que han sido tradicionalmente desiguales.
El viaje de Christina Koch a la Luna es un testimonio del progreso que hemos hecho hacia una mayor igualdad en el espacio y en la ciencia. Sin embargo, también nos recuerda que la lucha por la representación y la diversidad todavía está en curso. Cada paso que se dé hacia adelante debe ser acompañado de esfuerzos conscientes para derribar las barreras que aún persisten. La historia de Koch es, por lo tanto, un llamado a la acción para seguir apoyando y promoviendo la participación de las mujeres en todas las áreas, incluyendo aquellas que están más allá de nuestra atmósfera. Su legado como la primera mujer en la Luna, será recordado no solo por su audaz exploración, sino también por su papel en la construcción de un futuro más inclusivo y equitativo en la ciencia y la exploración espacial.
“La Luna no es sólo un símbolo para reflexionar sobre nuestro lugar en el universo; es un faro para la ciencia y para comprender de dónde venimos”. Christina Koch